Al final terminé casándome, fue sencillo si tomamos en cuenta que
desde muy chico estuve enamorado de ella. Pero no todo el mundo lo
tomó bien. Mi familia esperaba que terminara la tesis, que
consiguiera el ascenso en la compañía, que comprara una casa y que
tuviera uno o dos niños, ese tipo de cosas que seguramente
ocurrirían, solo era cuestión de tiempo. Después de diez años de
trabajo duro y mucho sacrificio me encontraba en lo que la gente
llama el mejor momento de su carrera. Pero pudo más mi gran amor por
ella, así que de la manera más educada y civilizada que pude ¡Mandé
todo al carajo! Renuncié, para ser honesto me despidieron, pero eso
también era parte del plan, me convertí entonces, por enésima vez,
en la oveja negra de la familia. Luego están los amigos, dejé de
contestar sus llamadas y sus mensajes, hice caso omiso de sus
invitaciones, ya no lo pasaba bien con ellos, la mayoría solo
hablaba de trabajo, de cuanto odiaban a su jefe, del compañero más
tonto de la oficina, de lo buena que estaba la secretaria de
nosequien y después venia lo peor, hablaban de fútbol o de
lucha libre con fanatismo casi religioso. Lo soportaba pensando en
ella, en su cuerpo, su elegante porte, sus lineas de expresión, sus
formas todas ¿Cómo podría empezar a contar aquella historia? Hacia
tanto tiempo me venia dando vueltas en la cabeza, pero así como me
ocurre con las mujeres guapas, me intimidaba mucho y no sabía como
abordarla ¿La escribiría en primera persona? ¿Seria un cuento o
daría más y se convertiría en novela? Era tan difícil pensar
entre las risas y las bromas y la música a todo volumen.
Demasiadas cuestiones por resolver y si no me apresuraba terminaría
perdiéndola. Abandoné el bar, me despedí de mis amigos, llevé una
botella de Vodka a casa por si se me apetecía tomar un trago, pero
aun no la destapo, con mis amigos no habría durado ni cinco minutos.
Ya en casa solo, sin perro que me ladre, en realidad solía tener un
gato pero un buen día salió y decidió o no pudo regresar, me senté
a escribir. Libre entonces de distracciones superfluas, había
pasado nosecuanto desde que regalé la televisión y mi único
contacto con el mundo exterior eran los diarios, los cuales por
cierto contaban siempre las mismas noticias. Tenía un poco de dinero guardado para pagar las cuentas y ocuparme de
algunas eventualidades. Sabía que en algún
momento sucumbiría a la tentación de contestar el teléfono, que
más tarde tendría que salir a comprar leche y café, que era probable
que el gato regresara, lo había hecho antes quizá cinco o seis veces,
pero por el momento estaba de luna de miel y mientras durara pensaba aprovechar cada minuto con ella, con la prosa por ponerle un nombre. Me olvidé del mundo con la esperanza de escribir por lo menos un
par de líneas que valieran la pena. Aquello fue apenas el principio, uno
bueno, quizá no tan bueno, pero feliz.
2 comentarios:
Wow!! Muy bueno.
Que bueno saber que seguís escribiendo! Y cada vez mejor! Saludos!
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